Dunas, desierto El Pinacate, Sonora. Foto INAH.
*** La caminata, de 400 a 500 kilómetros, requiere del conocimiento del desierto, en el trayecto se hacen rituales que desembocan en la obtención directa de la sal
*** En las entrañas sofocantes del desierto más seco, este pueblo originario cosechó una cultura de más de tres mil años que mantiene vivas sus tradiciones
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Una peregrinación ancestral
Desde la prehistoria americana quedaron marcadas en el suelo del gran desierto sonorense, las huellas de paleoindígenas que transitaron principalmente desde el norte y este, hacia el escudo volcánico conocido como El Pinacate, donde existen inmensos cráteres. Lograron cruzar valiéndose de un sistema de tinajas naturales que se recargan con agua de las escasas lluvias, y continuaron hacia el sur para converger en las salinas de Bahía Adaír, en la costa este del Alto Golfo de California.
En El Pinacate, además de la evidencia lítica material, sobre el “pavimento del desierto” persisten figuras hechas con piedras y escarbadas en el suelo, quizá elementos de una comunicación simbólica temprana. También existen, al borde de veredas antiguas, túmulos de piedras de varios tamaños que pudieron ser utilizados por aquellos caminantes para orientarse.
Hacia el oeste del territorio o´odham está el Golfo de California. Antes, las dunas, las pozas ancestrales, los humedales y los sitios de la sal, en torno a los cuales se desarrolló una ruta muy importante en la cosmovisión indígena: la peregrinación por la sal. Rito de paso que reconoce a los jóvenes como adultos.
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Fuente: Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) [en línea] <https://www.inah.gob.mx/boletines/7163-en-el-pinacate-dentro-del-gran-desierto-de-altar-los-o-odham-mantienen-viva-la-milenaria-peregrinacion-por-la-sal > [consulta: 22 de julio 2021].
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